domingo, 4 de marzo de 2012

TEMOR AL FUTURO ¿QUÉ ES LO QUE ESTÁ OCURRIENDO CON EL MUNDO?

Inmersos en la paranoia del supuesto e inexorable fin de nuestros días en la tierra, la gente no se ha percatado que el tan mentado Armagedon se está dando ante nuestros ojos. El mundo experimenta cambios bruscos, violentos e irreversibles; debido en su mayoría por la intervención irresponsable de la mano del hombre y aún a pesar de las evidencias creemos que el fin del mundo se producirá de manera dantesca un día de noviembre de este año. Los vaticinios, similares a lo pronosticado por un calendario mesoamericano (Maya) pueblan la historia y contraviniendo a las profecías la vida en general y sobre todo el arte (la música, la literatura, etc) han seguido su curso. El semiólogo Umberto Eco desde su columna para The New York Times Syndicate, reproducido por el diario El Comercio nos habla de cómo en la Tierra muchas cosas, muchas costumbre, muchos hábitos han cambiado. ¿Debido a la proximidad del Apocalipsis? por eso la pregunta que se hace y nos hace ¿Qué es lo que está ocurriendo con el mundo?

¿QUÉ ES LO QUE ESTÁ OCURRIENDO CON EL MUNDO?
Por Umberto Eco

Dejemos de lado, por el momento, las interpretaciones alarmistas del calendario maya y todas esas profecías del día del juicio final. Lo que sabemos con seguridad es, que día tras día, los diarios están anunciando un futuro que se ve cada vez más deprimente: océanos desbordantes, estaciones del año que desaparecen y (dentro de muy poco, al parecer) impagos económicos – tanto así que el hijo de mis amigos, de 10 años, después de escuchar a sus padres hablarle del destino del mundo, rompió a llorar y preguntó: “¿Es que no hay nada agradable en el futuro?’’.

Para consolarlo, yo podría citar numerosas profecías catastróficas a lo largo de la historia, dado que en siglos pasados era bastante común hacer tales predicciones terribles. He aquí un pasaje del teólogo francés Vincent de Beauvais, en el siglo XIII: “Después de la muerte del anticristo el juicio final será precedido por múltiples señales reveladas en el Evangelio. En el primer día, el océano aumentará 40 cúbitos sobre las montañas y su superficie se elevará como un muro. En el segundo día, se hundirá tan profundamente que será difícil verlo. En el tercer día, monstruos marinos aparecerán en la superficie del océano y sus rugidos se elevarán hasta el firmamento. En el cuarto día, el mar y todas las aguas se incendiarán. En el quinto día, el pasto y los árboles exudarán un rocío de sangre. En el sexto día, los edificios se desplomarán. En el séptimo día, las rocas se estrellarán unas contra otras. En el octavo día, habrá un terremoto universal. En el noveno día, la Tierra se aplanará. En el décimo día, los hombres emergerán de las cuevas y vagarán, sordos y mudos. En el undécimo día, los huesos de los muertos emergerán nuevamente. En el duodécimo día, las estrellas caerán. En el decimotercer día, los sobrevivientes morirán y resucitarán con los muertos. En el decimocuarto día, los cielos y la tierra arderán. En el decimoquinto día, habrá un nuevo cielo y una nueva Tierra, y todos resucitarán’’.

Si se me permite pasar por alto los siguientes seis siglos de proclamaciones fatales, he aquí a Honorato de Balzac en 1839: “La industria moderna, trabajando para las masas, continúa destruyendo las creaciones del arte antiguo, las obras del cual eran tan personales para el consumidor como para el artesano. En la actualidad tenemos productos; ya no tenemos obras’’.
Según la advertencia de Balzac, la gente creadora de esos “productos’’ carentes de cualquier valor artístico hubiera incluido al poeta Giacomo Leopardi, quien escribió “La Ginestra’’ (“La escoba’’) en 1836, y Alessandro Manzoni, quien, más o menos por esa época, estaba trabajando en una segunda edición de “Los novios’’. En 1839, Chopin estaba componiendo su Sonata para piano No.2 en B-flat Menor, Ópera 35. Cerca de 20 años después, Flaubert publicó “Madame Bovary’’. En la década de 1860 hicieron su aparición los impresionistas, y en 1879 ocurrió la publicación de “Los hermanos Karamazov’’ de Fedor Dostoievski. Es parte de nuestra naturaleza sentir un gran temor por el futuro.
Quizás, los malos tiempos están llegando ahora si una de las señales más reveladoras del fin de los días es que el mundo estará de cabeza. En el pasado, por ejemplo, los pobres viajaban en tren y solo los ricos podían darse el lujo de volar: ahora, viajar en avión es más barato (y los asientos más baratos hacen pensar en los vagones de ganado durante la guerra), en tanto que los viajes en tren ofrecen tipos de servicio más caros, exclusivos y lujosos que nunca antes.

Hubo un tiempo que los acaudalados vacacionaban en la Riviera Adriática, en Riccione – o, en el peor de los casos, en Rimini– mientras que las islas del Océano Índico estaban habitadas por poblaciones profundamente pobres o eran destinadas a albergar colonias penales. Hoy, los políticos de alto rango van a Las Maldivas, y Rimini queda reservada para los “muzhiks’’ rusos que solo recientemente fueron liberados de su servidumbre. ¿Qué es lo que está ocurriendo con el mundo?

The New York Times Syndicate. Exclusivo para El Comercio -Glosado-
www.elcomercio.pe

VICTOR HUGO Y LOS MISERABLES
























La razón por la cual me considero un apasionado lector de los clásicos franceses, es por el hecho de haber leído con fruición una de las obras más emblemáticas del movimiento romántico galo: Los Miserables. Esta obra describe dramáticamente la indolencia de una sociedad francesa en transición, en medio de revueltas y de luchas intestinas de la clase burguesa del siglo XIX. La novela abruma por la sucesión de acontecimientos desgraciados y trágicos que envuelven al protagonista Jean Valjean; pero no solo es la adversidad latente, sino también la esperanza que se muestra como una luz al final del túnel lo que lleva al buen Valjean a sobreponerse a su destino aciago. Las escenas son sucesivas y se instalan en mi mente mientras escribo estas líneas. Si no hubiera sido por el genio y talento de Victor Hugo hoy podría decir que leer un libro tan voluminoso como la edición completa de Los Miserables sería muy aburrido; pero no, gracias a este maestro y muchos otros sigo diciendo que leer buena literatura es todo un placer. Hace 150 años se publicó la obra. Alonso Cueto hace un breve resumen de la obra en su columna del diario La República, el cual comparto con ustedes.


EL GESTO HUMANO DE VICTOR HUGO

por Alonso Cueto


La publicación de Los miserables hace 150 años marcó la venida al mundo de uno de los personajes más fuertes y complejos de la literatura. Si no hubiera sido por él, la vida de muchos lectores en todo el planeta habría sido distinta y probablemente más pobre y desdichada. Jean Valjean, ladrón, fugitivo, protector de Cosette, héroe de la desdichada Fantine, nos acompaña para siempre desde ese día de abril de 1862, cuando llegó al mundo de la mano de su autor. Por entonces, Victor Hugo llevaba 17 años escribiendo la novela. Ambientado en un periodo que va de la Francia de 1815 a la rebelión de 1832, luego de la muerte del general Lamarque, el libro incluye numerosas referencias históricas, entre ellas una larga, apasionada (y por momentos falsa) descripción de la batalla de Waterloo y de episodios de la lucha antimonárquica en las barricadas de París.

Hugo había proyectado escribir una historia sobre la injusticia y la opresión que lo llevó a crear muchos personajes y tramas. Pero todos ellos giran en torno a un gran héroe. Al comienzo Valjean es el pobre hombre encarcelado por robar un pan. Los maltratos que ha recibido lo han convertido en poco más que un salvaje. Una serie de hitos definen su vida. Uno de ellos es el encuentro con un religioso. Luego de escapar de prisión, Valjean llega a casa del obispo Myriel, quien le da posada. Esa noche Valjean roba los candelabros y huye de la casa. La mañana siguiente la policía se presenta ante el monseñor, con el prisionero Valjean y los objetos robados. Myriel les dice a los guardias que Valjean es inocente: le ha dado los candelabros como regalo. Valjean es liberado y cuando luego le pregunta al obispo por qué lo ha salvado, éste le contesta que ha comprado su alma para el bien. Este episodio define su vida. Descubrir la bondad, después de tantos sufrimientos e injusticias, es una revelación que va a enrumbar sus actos.
Hugo concebía la vida de los seres humanos como una serie de hitos decisivos que van definiendo un rumbo. Y era un convencido de la capacidad de redención de los individuos más castigados. Otro hito decisivo en la vida de Valjean es el encuentro con Cosette, la hija que la infortunada Fantine le deja en herencia. Valjean va a rescatar a Cosette de los malvados Thenardier y va a criarla como a una hija, hasta que la pierde por el amor a Marius. Cuando Cosette se enamora de Marius y lo abandona, Valjean sufre una profunda crisis. Un día pone la ropa de la niña sobre la cama, como formando su cuerpo, y se derrumba en llanto sobre ella. He recordado esa escena muchas veces. Ahora creo que el amor que siente Valjean por Cosette no es solo paternal. Tiene también una naturaleza erótica o sexual y tal vez ni Valjean ni el autor se dieron cuenta de ello. Quizá para Hugo no existía afecto que no tenga un ingrediente sexual, como su vida privada bien lo demostró.

Otro hito fundamental es el último encuentro entre Valjean y el policía Javert, quien ha dedicado su vida a rastrearlo. En una de las escenas más memorables Valjean salva la vida a su perseguidor. Esa noche Javert, quien es incapaz de comprender que le debe la vida al hombre que creía el más vil, regresa a la comisaría, da algunas indicaciones y se suicida arrojándose al Sena. La relación entre Javert y Valjean, que iba a dar lugar a la famosa serie “El Fugitivo”, ilustra quizá uno de los problemas de la novela: que el bien y el mal no son asuntos sencillos y que ambos van imbricados en nuestros actos.

Al momento de su publicación, cuando a nadie se le había ocurrido hacer lo que hoy se llama “marketing”, la editorial belga del libro, Lacroix y Verboeckhoven, envió notas de prensa seis meses antes de su aparición. Inicialmente solo se publicó la primera parte, “Fantine”. El éxito fue tan grande que la edición se vendió en horas. Hugo, que estaba en el exilio, le envió a su editor un telegrama preguntando por los resultados de las ventas. El telegrama tenía una sola grafía: “?”. La respuesta llegó también con solo una: “!”. En el siglo y medio que ha pasado desde entonces, el libro nunca ha dejado de ser leído en todas las lenguas. Aunque es imposible llevar la cuenta, es quizá la novela con más adaptaciones al cine, al teatro, a la radio (hay una versión de Orson Welles). Claude Michel Schonberg escribió un musical que luego, con algunos cambios, se convirtió en uno de los más longevos de la historia.

Hugo es el último romántico. Su héroe se enfrenta al mundo y nos pone de su lado. Escrita con frases precisas y potentes, edificando una estructura que va perfilando a sus personajes de acuerdo con su conducta moral, Los Miserables es la historia de la vida como una lucha. Tanto Valjean como Cosette, Marius, los luchadores de Waterloo o de las barricadas son seres humanos concretos que respiran, tienen miedo, están dispuestos a ir hasta el fin por sus ideales. En Hugo hay un gesto humano que ensalza, singulariza y a la vez humaniza a sus personajes. Y sin embargo quizá ello se deba a lo que Mario Vargas Llosa ha llamado con acierto el carácter excepcional de los personajes, su “inhumanidad”. Todos ellos parecen estar a una enorme distancia de nosotros.

La complejidad de la visión, la estructura del argumento y la intensidad de las acciones hacen de Los miserables una obra prodigiosa. La he leído tres veces pero no olvidaré la primera. Creo que pocas veces he llorado tanto la muerte de Jean Valjean. La verdadera literatura está hecha solo de lágrimas.



























sábado, 3 de marzo de 2012

Metaficción en el ÓSCAR
























La edición número 84 de los premios Oscar, a mi entender quedará grabada en el tiempo, por la forma como se nominaron las películas para la competición. Este año entre otras de muy buena calidad por su realización, dirección y actuación; destacan a gusto muy personal “La invención de Hugo Cabret” (Martin Scorsese) y “El artista” (Michel Hazanavicius). Ambas películas apartándolas del entertaiment, se enfocan en ofrecer al público los avatares que giran en torno a una producción cinematográfica, el espectador se encuentra ante una película que desenmascara aquella fábrica de sueños que es el cine, a esta particular visión del cine hablando del mismo cine se conoce como la metaficción o metacine. Las películas mencionadas han sido analizadas a minuciosidad por el crítico y editor de la revista de cine “Ventana Indiscreta” José Carlos Cabrejo en el articulo Metaficción en el Óscar, publicado por el diario El Comercio, el 26 de febrero del 2012. He querido compartir con ustedes su particular punto de vista, en cuanto al tema; por lo cual me he tomado la tarea de transcribirlo completamente, no sin antes agradecer su aporte.


Metaficción en el ÓSCAR
Por: José Carlos Cabrejo*


La metaficción reflexiona sobre su condición de artificio, de constructo, de lenguaje. En ese sentido, es una ficción que puede criticar o alterar sus propias convenciones o exhibir los límites difusos que existen entre ella y la realidad. Aquella literatura que ‘habla’ de la literatura es una de las formas más emblemáticas de la metaficción. Un clásico como “Don Quijote de La Mancha” (al igual que obras que van desde “Las mil y una noches” hasta “El club Dumas”, de Arturo Pérez- Reverte) es un relato que ‘habla’ de otros relatos. Es una novela que se refiere a los textos de caballería castellanos (su protagonista es un lector obsesivo de dichas obras y enloquece hasta el punto de imitar a los héroes que aparecen en ellas), pero, al hacerlo, representa sus clichés, los parodia, y quienes rodean al Quijote empiezan a vivir la realidad como si, en efecto, fuera tal como en aquellos aventureros libros de hombres con armadura y lanza. No obstante, el cine también cuenta con numerosas metaficciones. Entre ellas están “La invención de Hugo Cabret”, del mítico cineasta Martin Scorsese, y “The Artist”, del realizador francés Michel Hazanavicius.

EL METACINE
Ambos filmes son una muestra del cine que nos dice algo sobre el propio cine. “La invención de Hugo Cabret” relata la historia de un niño, Hugo (Asa Butterfield), que busca activar un muñeco mecánico, por lo que se sumerge con su amiga Isabelle (Chloë Grace Moretz) en una aventura que lo llevará a redescubrir la magia de una película que vio con su fallecido padre, la trascendental “Viaje a la Luna” (1902) de Georges Méliès. Por su parte, “The Artist” se ambienta en el Hollywood de 1927 y con personajes que, además, experimentarán conflictos por la transición del cine mudo al sonoro. Uno de los rasgos metaficcionales más marcados de ambas cintas es el uso del blanco y negro. A través de esos colores, los filmes buscan que pongamos atención a su condición de artificio para entenderlos como un modo de recorrido por la tradición del llamado séptimo arte. Ello explica que algunas secuencias exijan al espectador una demostración de su cinefilia. En “La invención de Hugo Cabret”, que identifique los afiches o los fragmentos de película que representan a Charles Chaplin o Buster Keaton, o el ‘cameo’ que hace Scorsese en su propio largometraje interpretando a un fotógrafo, mientras que “The Artist” requiere que el público reconozca que parte de la banda sonora imita el ‘soundtrack’ de la película “Vértigo”, de Alfred Hitchcock, o que advierta que algunas imágenes de la estrella del cine mudo George Valentin recuerdan a “Ciudadano Kane” (1941), de Orson Welles, cinta que también narra el ascenso y caída de un hombre poderoso.

CONSTRUCCIÓN EN ABISMO
La literatura dentro de la literatura o el cine dentro del cine son un fenómeno referido como ‘construcción en abismo’. “La invención de Hugo Cabret” tiene una escena formidable: aquella en la que Hugo, Isabelle y la esposa de Méliès ven proyectada en su casa, gracias a la copia conservada por un historiador de cine, el clásico del género fantástico creado por Georges. Vemos una película con personajes que también ven una película, con la diferencia de que, para ellos, la ficción no es más que un reflejo nostálgico de sus vivencias. Cuando veamos “The Artist” en una sala de cine, notaremos que el personaje de Peppy Miller, en una escena, al igual que nosotros, ve una gran pantalla, que muestra a George Valentin interpretando a un personaje que se hunde en la arena. La ficción, para ella, dice algo sobre la realidad. Es una metáfora del aparente destino final del personaje de Jean Dujardin, quien se aferra a seguir haciendo cine mudo a pesar de los nuevos tiempos del celuloide. En ese sentido, la metaficción cinematográfica no se diferencia mucho de la literaria. En una escena de “La invención de Hugo Cabret”, la inquieta Isabelle le dice al niño que da nombre al filme que desea vivir una aventura más allá de la que existe en los libros que ha leído con fascinación. Ella, al igual que el Caballero de la Triste Figura, desea transformar su existencia en una fantasía novelesca. Por su parte, George Valentin, como el Quijote, ama vivir la realidad como una ficción anacrónica hasta el extremo de poder extraviar la razón.


(*) Editor de la revista de cine “Ventana Indiscreta”.

http://epaper.orbis.pe/corporativo/elcomercio.aspx?ref=ecb