La razón por la cual me considero un apasionado lector de los clásicos franceses, es por el hecho de haber leído con fruición una de las obras más emblemáticas del movimiento romántico galo: Los Miserables. Esta obra describe dramáticamente la indolencia de una sociedad francesa en transición, en medio de revueltas y de luchas intestinas de la clase burguesa del siglo XIX. La novela abruma por la sucesión de acontecimientos desgraciados y trágicos que envuelven al protagonista Jean Valjean; pero no solo es la adversidad latente, sino también la esperanza que se muestra como una luz al final del túnel lo que lleva al buen Valjean a sobreponerse a su destino aciago. Las escenas son sucesivas y se instalan en mi mente mientras escribo estas líneas. Si no hubiera sido por el genio y talento de Victor Hugo hoy podría decir que leer un libro tan voluminoso como la edición completa de Los Miserables sería muy aburrido; pero no, gracias a este maestro y muchos otros sigo diciendo que leer buena literatura es todo un placer. Hace 150 años se publicó la obra. Alonso Cueto hace un breve resumen de la obra en su columna del diario La República, el cual comparto con ustedes.
EL GESTO HUMANO DE VICTOR HUGO
por Alonso Cueto
La publicación de Los miserables hace 150 años marcó la venida al mundo de uno de los personajes más fuertes y complejos de la literatura. Si no hubiera sido por él, la vida de muchos lectores en todo el planeta habría sido distinta y probablemente más pobre y desdichada. Jean Valjean, ladrón, fugitivo, protector de Cosette, héroe de la desdichada Fantine, nos acompaña para siempre desde ese día de abril de 1862, cuando llegó al mundo de la mano de su autor. Por entonces, Victor Hugo llevaba 17 años escribiendo la novela. Ambientado en un periodo que va de la Francia de 1815 a la rebelión de 1832, luego de la muerte del general Lamarque, el libro incluye numerosas referencias históricas, entre ellas una larga, apasionada (y por momentos falsa) descripción de la batalla de Waterloo y de episodios de la lucha antimonárquica en las barricadas de París.
Hugo había proyectado escribir una historia sobre la injusticia y la opresión que lo llevó a crear muchos personajes y tramas. Pero todos ellos giran en torno a un gran héroe. Al comienzo Valjean es el pobre hombre encarcelado por robar un pan. Los maltratos que ha recibido lo han convertido en poco más que un salvaje. Una serie de hitos definen su vida. Uno de ellos es el encuentro con un religioso. Luego de escapar de prisión, Valjean llega a casa del obispo Myriel, quien le da posada. Esa noche Valjean roba los candelabros y huye de la casa. La mañana siguiente la policía se presenta ante el monseñor, con el prisionero Valjean y los objetos robados. Myriel les dice a los guardias que Valjean es inocente: le ha dado los candelabros como regalo. Valjean es liberado y cuando luego le pregunta al obispo por qué lo ha salvado, éste le contesta que ha comprado su alma para el bien. Este episodio define su vida. Descubrir la bondad, después de tantos sufrimientos e injusticias, es una revelación que va a enrumbar sus actos.
Hugo concebía la vida de los seres humanos como una serie de hitos decisivos que van definiendo un rumbo. Y era un convencido de la capacidad de redención de los individuos más castigados. Otro hito decisivo en la vida de Valjean es el encuentro con Cosette, la hija que la infortunada Fantine le deja en herencia. Valjean va a rescatar a Cosette de los malvados Thenardier y va a criarla como a una hija, hasta que la pierde por el amor a Marius. Cuando Cosette se enamora de Marius y lo abandona, Valjean sufre una profunda crisis. Un día pone la ropa de la niña sobre la cama, como formando su cuerpo, y se derrumba en llanto sobre ella. He recordado esa escena muchas veces. Ahora creo que el amor que siente Valjean por Cosette no es solo paternal. Tiene también una naturaleza erótica o sexual y tal vez ni Valjean ni el autor se dieron cuenta de ello. Quizá para Hugo no existía afecto que no tenga un ingrediente sexual, como su vida privada bien lo demostró.
Hugo concebía la vida de los seres humanos como una serie de hitos decisivos que van definiendo un rumbo. Y era un convencido de la capacidad de redención de los individuos más castigados. Otro hito decisivo en la vida de Valjean es el encuentro con Cosette, la hija que la infortunada Fantine le deja en herencia. Valjean va a rescatar a Cosette de los malvados Thenardier y va a criarla como a una hija, hasta que la pierde por el amor a Marius. Cuando Cosette se enamora de Marius y lo abandona, Valjean sufre una profunda crisis. Un día pone la ropa de la niña sobre la cama, como formando su cuerpo, y se derrumba en llanto sobre ella. He recordado esa escena muchas veces. Ahora creo que el amor que siente Valjean por Cosette no es solo paternal. Tiene también una naturaleza erótica o sexual y tal vez ni Valjean ni el autor se dieron cuenta de ello. Quizá para Hugo no existía afecto que no tenga un ingrediente sexual, como su vida privada bien lo demostró.
Otro hito fundamental es el último encuentro entre Valjean y el policía Javert, quien ha dedicado su vida a rastrearlo. En una de las escenas más memorables Valjean salva la vida a su perseguidor. Esa noche Javert, quien es incapaz de comprender que le debe la vida al hombre que creía el más vil, regresa a la comisaría, da algunas indicaciones y se suicida arrojándose al Sena. La relación entre Javert y Valjean, que iba a dar lugar a la famosa serie “El Fugitivo”, ilustra quizá uno de los problemas de la novela: que el bien y el mal no son asuntos sencillos y que ambos van imbricados en nuestros actos.
Al momento de su publicación, cuando a nadie se le había ocurrido hacer lo que hoy se llama “marketing”, la editorial belga del libro, Lacroix y Verboeckhoven, envió notas de prensa seis meses antes de su aparición. Inicialmente solo se publicó la primera parte, “Fantine”. El éxito fue tan grande que la edición se vendió en horas. Hugo, que estaba en el exilio, le envió a su editor un telegrama preguntando por los resultados de las ventas. El telegrama tenía una sola grafía: “?”. La respuesta llegó también con solo una: “!”. En el siglo y medio que ha pasado desde entonces, el libro nunca ha dejado de ser leído en todas las lenguas. Aunque es imposible llevar la cuenta, es quizá la novela con más adaptaciones al cine, al teatro, a la radio (hay una versión de Orson Welles). Claude Michel Schonberg escribió un musical que luego, con algunos cambios, se convirtió en uno de los más longevos de la historia.
Hugo es el último romántico. Su héroe se enfrenta al mundo y nos pone de su lado. Escrita con frases precisas y potentes, edificando una estructura que va perfilando a sus personajes de acuerdo con su conducta moral, Los Miserables es la historia de la vida como una lucha. Tanto Valjean como Cosette, Marius, los luchadores de Waterloo o de las barricadas son seres humanos concretos que respiran, tienen miedo, están dispuestos a ir hasta el fin por sus ideales. En Hugo hay un gesto humano que ensalza, singulariza y a la vez humaniza a sus personajes. Y sin embargo quizá ello se deba a lo que Mario Vargas Llosa ha llamado con acierto el carácter excepcional de los personajes, su “inhumanidad”. Todos ellos parecen estar a una enorme distancia de nosotros.
La complejidad de la visión, la estructura del argumento y la intensidad de las acciones hacen de Los miserables una obra prodigiosa. La he leído tres veces pero no olvidaré la primera. Creo que pocas veces he llorado tanto la muerte de Jean Valjean. La verdadera literatura está hecha solo de lágrimas.
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